ENERO 2011


Y se largó el 2011, señoras y señores. Vecinas y vecinos. Referentes y referentas. Punteros y punteras. Militantes y militantas. Funcionarios y funcionarias. Periodistas.
Desde 1999 que –según nuestro modesto entender- no hay tanto en juego en la puja política en nuestro país como la que ya se adivina y percibe para este 2011.
En Ituzaingó ya son casi 6 los candidatos a Intendente que están preparando su campaña (algunos ya empezaron y ¡cómo!) y sería muy conveniente que se dieran pautas de convivencia mínimas y básicas para que los vecinos del distrito, no solo no sufriéramos el avance de pegatinas y pintadas que muchas veces afectan y afean nuestras viviendas, sino también para que sigamos creyendo en las instituciones democráticas y este sea un año en el que la misma contienda electoral nos atraiga y nos lleve a querer participar mucho más.
Imaginemos una ciudad donde se van sucediendo los afiches y las pintadas, sin agresiones, con tensión pero sin violencia.
Una ciudad donde los candidatos debaten en espacios públicos para que los vecinos puedan conocer sus propuestas y no solamente sus denuncias.
Una ciudad donde los que ganen llamen al resto a co-gobernar, y no se encarguen de exterminarlos o comprarlos.
Una ciudad donde la diversidad no sea una declamación, sino un derecho respetado en el sentido más amplio.
Una ciudad donde los padres y las madres comiencen a preocuparse más por lo que pasa políticamente en Ituzaingó que por los gobernadores y presidentes; y vayan hablando con sus hijos adolescentes del tema y los vayan preparando para cuando ellos también tengan que ayudar con su voto a decidir el futuro, que en definitiva es el suyo.
Una ciudad donde empecemos a ocuparnos de saber cuáles son los organismos de control para ejercer sobre el intendente y los concejales elegidos. Y que nuestro ejercicio cívico no se termine el día de la elección.
Si la mayoría de los deseos y deberes y derechos enunciados en estas líneas no se cumpliere, muchos vecinos van a seguir teniendo motivos para comentar como reza el título: “¡qué ciudad de mierda!”

Daniel Jorge Galst